Imaginemos
la Tierra en la actualidad: ¿qué sucedería si hiciéramos desaparecer
repentinamente la Luna? ¿Cómo se vería afectada la vida en la Tierra? El efecto
más inmediato del que nos percataríamos es que las noches serían totalmente
oscuras, habrían desaparecido las fases lunares, y todas las noches serían
noches de “luna nueva”, noches sin luna. Sería el sueño de todo astrónomo, ya
que podríamos disfrutar, sin ser deslumbrados por la luz lunar, de las
estrellas, la Vía Láctea y de otras maravillas del cosmos. Dejarían también de
producirse los eclipses solares y los lunares. Además, desaparecería todo el
romanticismo y misterio asociado a nuestro satélite y que ha inspirado tantas
canciones, poemas, cuentos, novelas, y a tantos artistas, pero… ¿sólo sucedería
eso si nuestro satélite desapareciera de pronto? ¡Por supuesto que no!
1- Adiós a las mareas tal y como las conocemos
Un
efecto que apreciaríamos a corto plazo sería la desaparición de las mareas
debidas a la gravedad de la Luna. Nuestro planeta tiene un 70% de su superficie
cubierta de agua líquida en forma de mares y océanos. La Luna ejerce una fuerza
de atracción gravitatoria sobre dicha corteza líquida deformándola y
produciendo oscilaciones cíclicas ligadas a la rotación de la Tierra con una
frecuencia aproximada de medio día. Es cierto que el tirón gravitatorio del Sol
produce también una deformación de los océanos terrestres, pero su efecto es
aproximadamente la mitad de fuerte que el lunar, así que, sin la presencia de
la Luna, seguirían produciéndose mareas en la Tierra, pero mucho más débiles,
básicamente serían como un oleaje suave. Como consecuencia de la desaparición
de las mareas lunares, las corrientes oceánicas se debilitarían y las aguas
tenderían a estancarse, perdiendo las orillas de los mares su sistema de
drenaje y limpieza natural debida al avance y retroceso de las aguas. El agua
oceánica tendería a redistribuirse tomando dirección hacia los polos y también
aumentaría el nivel del mar en las costas. La consecuencia de todo esto sería
un cambio drástico del clima de la Tierra.
2- Adiós a un eje de rotación estable
El
movimiento de la Luna alrededor de la Tierra está sincronizado, es decir, esta
tarda el mismo tiempo en rotar alrededor de sí misma que en girar alrededor de
la Tierra, es por eso que siempre vemos la misma cara de la Luna, y la otra
permanece oculta desde nuestro planeta. El movimiento orbital de la Luna
alrededor de la Tierra estabiliza el eje de rotación de la misma manteniendo su
inclinación fija en unos 23 grados respecto al plano de su órbita (esta
inclinación, es la responsable de que existan las estaciones tal y como las
conocemos).
Se podrían
producir veranos con temperaturas que superarían los 100 grados, e inviernos
con temperaturas por debajo de los -80 grados
El
eje de rotación de la Tierra realiza un movimiento circular estable llamado
“precesión” que es el que mantiene dicha inclinación fija. El eje terrestre
tarda unos 26.000 años en completar este movimiento circular. Sin la Luna, la
precesión terrestre se ralentizaría, con lo que el eje de rotación terrestre
perdería su estabilidad, como cuando una peonza comienza a bambolearse a punto
de caer, pudiendo variar su eje de forma caótica entre los 0 y los 90 grados.
Esto produciría de nuevo un cambio climático a escala global, que podría
producir veranos con temperaturas que superarían los 100 grados, e inviernos
con temperaturas por debajo de los -80 grados. En el caso más extremo, el eje
de rotación terrestre podría alinearse directamente hacia el sol, lo que haría
que zonas del planeta estuvieran bajo una permanente insolación y otras en
permanente oscuridad. Las gigantescas diferencias térmicas entre una mitad y la
otra de la Tierra producirían vientos extremos con velocidades de más de 300
kilómetros por hora y otros fenómenos meteorológicos dramáticos.